Todavía recuerdo el ambiente de trabajo que había durante el último puesto laboral que ejercí a finales de los años noventa del pasado siglo XX, justo antes de jubilarme muy a principios del siglo actual. Ahora no viene al caso el nombre concreto de mi última empresa, a que se dedicaban ni en qué consistían las funciones laborales que me habían asignado al ocupar mi último cargo. Toda esa información me resulta del todo irrelevante y en absoluto esencial para escribir este artículo de opinión. Aunque si considero muy valiosa la experiencia laboral adquirida durante el dilatado período en que terminé el Bachillerato hasta el momento de mi jubilación. Así como también las anécdotas personales experimentadas durante el tiempo de mi vida laboral activa.
En mi vida adulta he tenido que trabajar en diferentes empresas privadas para ganarme la vida. Aunque nunca he sido ningún labora adicto ni me he obsesionado por ningún trabajo en particular. Para mi los puesto de trabajo que he llegado a ejercer tan solo han sido un medio para obtener ganancias económicas para poder subsistir, comer y pagar mis facturas y recibos. Mis verdaderos fines siempre han estado relacionados ya desde joven con el mundo de la cultura, el arte y, sobretodo, los eventos públicos de carácter socio-cultural tales como ferias, salones, congresos, simposios y conferencias de temas de interés general. Todo ello resulta mucho más evidente ahora que ya estoy jubilado y puedo dedicar la mayor parte de mi precioso tiempo libre durante mi plateada senectud a todas estas actividades que acabo de mencionar.

No me considero en absoluto un hombre particularmente religioso. Pero cada vez que me hablan de santos yo suelo decir que debería existir un santo que valiera para todo y que curara todos los males y cumpliera con todos nuestros deseos. Ese santo en particular se tendría que llamar San Multiusos. Y la verdad es que tuve la oportunidad de conocerlo en vida durante mi último puesto laboral en una empresa privada de Barcelona a finales de los años 90 del pasado siglo XX. Por supuesto que hablo en unos términos figurados no exentos de ironía y de un cierto sarcasmo. Pero se trata de una anécdota laboral verídica que ahora me dispongo a contar.
Un día se presentó a mi empresa un nuevo empleado que, tras su obligada entrevista con el Jefe de Personal, se incorporó sin especiales problemas a nuestro equipo de trabajo.
Se trataba de un hombre de cuarenta años cuyo nombre no consigo acordarme. Era alto, ligeramente obeso y de pelo y barba castaño claro. En principio no tenía nada de particular por lo que tuviera que pasar a la micro historia de nuestra empresa. Lo que ocurre es que cometió el segundo error que nadie debe cometer en ninguna empresa bajo ningún concepto. El primer error consiste, tal como mis sagaces lectores ya habrán adivinado, en hablar mal de las anteriores empresas donde has trabajado.Porque los compañeros de trabajo que lo oyen, de inmediato, piensan que quien lo hace también hablará mal de ellos en cuanto se cambie otra vez de empresa. El segundo error que cometió nuestro “héroe” fue el de darse excesiva importancia explicando todo lo bueno que era y todo lo bien que ejercía sus tareas laborales en todas las empresas privadas anteriores en las que había estado trabajando. Circunstancia que le valió, por parte de sus nuevos compañeros, el jocoso mote de el “multiusos”. Así le llamamos a partir de entonces y en cuanto le cogías un poco de confianza podías llamarlo “multi”. El se lo buscó por hablar más de la cuenta.

En este nuevo apartado de mi artículo de opinión voy a entrar en el núcleo del asunto que os estoy contando. A la semana siguiente de que llegara este nuevo y motejado compañero laboral tuvimos una importante reunión de trabajo en la sala de reuniones del edificio de nuestra empresa privada. En susodicha reunión se discutieron diversos aspectos de la marcha de nuestro equipo laboral y propusimos varias tácticas y estrategias para incrementar la producción y los beneficios de nuestra empresa. En un momento determinado de esa reunión el nuevo se discutió con la veterana de la empresa, la señora Montserrat; más conocida como “la Montse”.Ahora mismo no recuerdo el motivo específico de la discusión y, dicho sea de paso, tampoco viene al caso ni resulta esencial el hecho de saberlo. Lo que si me viene a la memoria como si fuera ayer es que la Montse estalló y le dijo a grito pelado: “¡Tu calla, novato!. Tu eres “San Multiusos”. De ahí le quedó lo del Santo y a partir del mismo momento en que finalizó esta polémica y agitada reunión de trabajo siempre le llamamos así. Aunque el sujeto en cuestión no se lo tomara demasiado bien.
La señora Montse era una vieja algo chiflada que, cuando no hablábamos de temas del trabajo y de empresa, ella siempre estaba hablando de sexo. La verdad sea dicha es que hacía algo el rídículo a su edad. Lo que pasaba era que los jefes de nuestra compañía se lo toleraban y hacían la vista gorda porque era una veterana que cada mes hacía una buena producción y eso lo es todo en cualquier empresa privada.Además, la sra Montse siempre se jactaba de ser la prima de un importante escritor catalán de la novela de la posguerra española porque su primer apellido coincidía con él. No pude comprobar si tal afirmación era cierta o no pero no mencionaré ningún nombre propio para no comprometerme.

A la semana siguiente la empresa hizo una promoción especial de productos y servicios de la compañía. Para incrementar los beneficios, según el volumen de compra que hicieran los potenciales clientes incluímos en sus pedidos el regalo de un aparato de D.V.D. que por aquel entonces se estaban introduciendo en España los primeros modelos de las marcas que los comercializaban.Coincidió el hecho de que se incorporan a nuestra plantilla cuatro chicas nuevas. En una sala habilitada para probar el funcionamiento de los productos nuevos el “multiusos” les estaba explicando a las cuatro nuevas como funcionaba el D.V.D. de la promoción especial que íbamos a lanzar al mercado.Cuando llegué a la Sala de Reuniones, la señora Montse me preguntó por el “multiusos” y yo le dije que les estaba enseñando a las nuevas como funcionaba el aparato del D.V.D. del regalo de promoción. A lo que la Montse me replicó en su tono de sarcasmo habitual: “Más le valdría al “multiusos” que les enseñara a estas chicas como funciona el suyo de aparato”.

No demasiado tiempo más tarde me jubile a los 65 años como era habitual por aquel entonces. Lo que sucedió muy a principios del actual siglo XXI. A partir de ese momento he ido dedicando el precioso tiempo libre de mi plateada senectud a mis actividades socio-culturales; tal como ya he explicado en el segundo párrafo de este modesto artículo de opinión que, seguramente, no pasará a la historia ni falta que hace.
Casi nunca he vuelto a pensar mas en mis puestos de trabajo anteriores a mi fecha de jubilación, prefiero pensar en otras cosas que me llenan mucho más tanto a nivel intelectual como a nivel humano. No obstante, hace unas semanas me vino a la cabeza esta anécdota de mi vida laboral. Motivo por el que me decidí a escribir este nuevo artículo de opinión. Pensé en este antiguo y poco afortunado compañero de trabajo en estos términos: “¿Qué se habrá hecho del San “Multiusos”?. A lo mejor habrá aprendido la lección y a comportarse de una forma mucho más prudente. Hablar más de la cuenta siempre trae problemas. Hablar poco, por contra, nunca le ha hecho mal a nadie. Ignoro si llegó a cambiar de empresa después de mi jubilación. Pero si lo llego a hacer, tal vez ahora ya no le llamen más el “multiusos”. Espero por su bien que así sea.
Escrito por: Pere Bases
