En un apartamento de la ciudad que apenas rebasaba los 40 m2 vivían tres hermanos con sus padres. Los hijos ya tenían la mayoría de edad y unas tremendas ganas de emanciparse. Hacía tiempo que el piso se les había quedado pequeño y a la par crecían sus deseos de independencia económica y libertad. Mantener aquella molesta situación artificial resultaba insostenible para todos los miembros de la familia y ya llevaban una temporada dándole vueltas a la cabeza para ponerle remedio. Al final se impuso la solución más obvia: cada uno de los tres hermanos debía consolidar su situación laboral y buscarse un piso por su cuenta. Naturalmente que, con los tiempos que corren, era mucho más fácil decirlo que ponerlo en práctica. Pero, a pesar de todas las dificultades, al acabar el verano ejecutaron lo acordado y abandonaron la casa paterna para establecerse por su propia cuenta. El hermano menor poseía unos pequeños ahorros ganados en su ingrato trabajo de “gasofa”. Se puso en contacto con un grupo de ocupas de ideología anarquizante y se estableció con ellos en una modesta y rancia casa de doble planta situada en pleno cinturón industrial de la urbe. Durante un breve espacio de tiempo la cosa resultó y vivieron relativamente felices dadas las circunstancias.
Los vecinos del entorno los aceptaron medianamente bien y no pusieron objeciones ni dieron muestras de queja o malestar. Pero como suele ocurrir en estos casos, poco dura la dicha en casa del pobre. Apenas rebasado un escaso mes de estancia, el antiguo propietario de la casa reclamó sus derechos sobre la misma y presentó una demanda judicial en toda regla. Esa misma semana se presentó la policía nacional en el domicilio y se armó una auténtica batalla campal. Todo el grupo opuso una feroz y enconada resistencia. Estaban entrenados en técnicas de resistencia urbana y lucha antisistema. No en vano los líderes del grupo habían pasado el verano en Berlín donde convivieron con el poderoso movimiento okupa de dicha ciudad. Durante su permanencia en la casa transmitieron todos sus conocimientos al resto del grupo. Aunque plantearon una resistencia numantina, el destacamento policial logró finalmente reducirlos y todo el grupo fue a parar a comisaría donde estuvieron detenidos. Al final se les dejó en libertad bajo fianza. Fue una terrible decepción para sus sufridos padres.

El hermano mediano se lo montó algo mejor. Tenía un contrato temporal de administrativo en una céntrica oficina informatizada. Alquiló un piso modesto no muy lejos de su puesto de trabajo. Si bien dicho apartamento le recordaba bastante el hogar paterno, por lo menos podía vivir solo y en plena posesión de la tan anhelada libertad. Su nueva situación distaba mucho de ser privilegiada, pero mantuvo el tipo algo más tiempo que su hermano menor. Por desgracia, al cabo de tres meses, no le renovaron el contrato de trabajo, con lo cual acumuló después un par de recibos de alquiler atrasados. El propietario del piso, naturalmente, acabó por echarlo. Finalmente, el hermano mayor sí consiguió estabilizar su situación personal y financiera. Aprobó unas oposiciones a funcionario de la Generalitat que llevaba largo tiempo preparando. En estas circunstancias no le resultó difícil obtener un Credihogar de “CaixaBank”, gracias a su nómina y el aval de dos funcionarios de rango superior que trabajaban en su mismo departamento. Adquirió una vivienda situada casi en el centro de la ciudad de unos 80 m2 con cuatro habitaciones. Todo un lujo si se lo compara con la situación de sus hermanos y, dicho sea de paso, con la de la mayoría de los jóvenes de su generación.
En el ínterin la situación de sus hermanos era desesperante. Durante un tiempo tuvieron que resignarse a retornar a casa de sus padres. Situación lamentable a la que ardían en deseos de poner remedio lo más pronto posible. Tras numerosas discusiones llegaron a una posible vía de solución. Fueron a visitar a su hermano mayor y le expusieron su situación y vicisitudes sin omitir ningún detalle significativo. El mayor mostró suma comprensión y aceptó su propuesta de compartir su piso. Entre los tres pagarían el importe de las cuotas mensuales de la hipoteca.. Fue una solución satisfactoria para los tres. Resuelto el problema de la vivienda vivieron todo lo felices que permite la actual legislación laboral y la agobiante especulación inmobiliaria.
