Desde la implantación de la democracia en nuestro país se han creado numerosos centros públicos en cada distrito. La supuesta función de tales edificios consiste en fomentar la cultura y promover diversas iniciativas artísticas, literarias y culturales dando apoyo a grupos e individuos implicados en sus iniciativas. Tras esta fachada de noble apariencia vemos la cruda realidad del politiqueo más zafio y la burocracia más paralizante. Estos establecimientos de presunta “cultura” en realidad son una tapadera del enchufismo, nepotismo y pago de favores políticos. Curiosamente llamados Centros Cívicos porque se cree que es la Civitas, la ciudadanía, quien tiene la última palabra y decide.!Nada más lejos de la realidad!. El trabajo se organiza de forma jerárquica y burocrática en función de intereses partidistas y del amiguismo. Aunque nunca niegan nada de entrada de forma abierta, tienen sus técnicas particulares para apartarte siempre que te consideren un peligro para ellos. Y siempre ocurre cuando presentas cualquier iniciativa original y/o propuesta cultural seria que se desmarque del folclorismo y del cómo do recurso a promover “lo que le gusta a todo el mundo.”
En estas condiciones resulta muy difícil trabajar con ellos. Al final muchas propuestas interesantes quedan archivadas y cuantiosos grupos con ideas originales llegan a desmoralizarse y abandonan sus ilusiones y proyectos ante la desidia y falta de apoyo institucional. ¡La verdadera función de tales centros!. Resulta extraño a los novatos en estas lides constatar que los directivos y administradores de los Centros Cívicos casi siempre están reunidos, por lo que casi nunca se ponen al teléfono.Otra de sus tácticas consiste en exhibir a los incautos una apretada agenda repleta de actividades. Esto supone que tendrás que esperar al año siguiente. Así ganan tiempo para preparar otra excusa por si todavía no lo has captado. Gran misterio insondable de la ciencia consiste en saber qué titulación universitaria, preparación cultural y calificación técnica tienen los directivos y administrativos de los establecimientos de cultura. Máximo si tenemos en cuenta la sensible materia que tratan.

Esto nos lleva a la inevitable pregunta: “¿Qué proceso de selección laboral les ha permitido ocupar sus puestos y ejercer sus responsabilidades? Doctores tiene la Iglesia. Si dicho proceso de selección es el que sospechamos tenemos un triste y desolado panorama. Los cualificados para llevar a cabo tan delicada tarea siempre verán como una amenaza a todos aquellos que demuestren tener mayor preparación y mejores ideas que ellos. Siempre aflorará el mezquino resentimiento del que se sabe inferior pero que su inmerecido puesto le permite vengarse de los que demuestran valer más que él. Motivo de indisimulada satisfacción tendrán denegando iniciativas y proyectos que, a ellos, en su calidad de burócratas con el cerebro fosilizado, jamás se les ocurrirían. Constatar el desánimo y la deserción en las filas de las personas creativas es su segundo salario.
Dedicaremos el último apartado de este afilado artículo de opinión a definir tácticas y estrategias para enfrentarse con el enemigo. La primera de ellas: no pasar por el filtro de los teléfonos y exigir con quién están reunidos. Otra sería pedir que enseñen su apretada agenda para comprobar la veracidad de sus afirmaciones. En el supuesto de que sean ciertas coger inmediatamente todos los teléfonos de los grupos y colectivos que han pasado por el trámite. Contactar con ellos al menos servirá para contrastar experiencias y diseñar estrategias comunes para combatirlos. Otra táctica sería que muchas más personas que han pasado por situaciones análogas se reúnan y escriban más artículos como este o peores (si ello es posible). Con esto concienciamos a la gente molestando e inquietando a los aludidos: no es poco para empezar. Paulatinamente desvelaremos más entresijos de estos inquietantes establecimientos de “cultura”.
Autor: César A. Álvarez
Del libro: Leyenda de la ciudad de los mediocres
Edita: Creatius SE7
ISBN: 9781326697860
