A partir del mismo día de mi jubilación que no paré de dedicarme de forma pro activa a toda una amplia serie de actividades culturales de carácter social y participativo. Entre ellas, cabe destacar, el hecho de asistir a conferencias, charlas, debates, simposios y congresos que han conseguido motivarme y despertar mis inquietudes personales. Personalmente debo reconocer que yo no sirvo para malgastar todos mis días en el bar bebiendo, fumando y hablando de fútbol y de chorradas. Tampoco se me da muy bien el juego de la petaca y el estar sentado en un banco del parque leyendo el periódico tal como hacen los otros “viejos”.No me identifico para nada con la gran mayoría de la gente llamada “normal” que tan solo buscan diversiones estúpidas, entretenimientos superficiales y su incombustible obsesión por “matar el rato”. Lejos de todo ello lo que realmente busco con gran intensidad es el hecho cultivar mi mente, aprender y participar de forma pro activa en eventos y actos sociales de carácter cultural. Es lo que realmente me motiva y no puedo entender que en la mayoría de la gente no ocurre lo mismo.
Desde hace ya varios años, por no decir décadas, vengo observando que todavía sigue en buena medida vigente esa nefasta moda del pasotismo que no se acaba nunca de extinguir. Lejos de ello sigue vigente causando estragos. Por su extensión e influencia social se puede decir, sin temor a equivocarnos, que los pasotas constituyen un gran y verdadero Imperio. Muy extenso y poblado aunque carente de unos límites muy precisos y de unas fronteras bien definidas.Aunque si podemos afirmar con rotundidad que los abúlicos súbditos de este enorme Imperio tienen unas características personales y unos comportamientos visibles que los distinguen a la legua. Estos hechos innegables hacen que los pasotas merezcan ser considerados como una especie humana aparte. Si yo tuviera el poder suficiente de buena gana los identificaría, los detendría y los enviaría a todos ellos a poblar las lunas de los planetas Júpiter y Saturno.

La característica principal que distingue personalmente a los pasotas es que pasan de todo menos del hecho mismo de pasar. No tienen una ideología clara y definida. La única “certeza” (por llamarla así) que poseen es que hay que estar en contra de todo y no defender nada en concreto. El hecho de defender y luchar por algo concreto resulta una contradicción flagrante para todos ellos porque esto implicaría un abandono del pasotismo al que se aferran. Socialmente hablando son una nulidad ya que no existe ninguna organización y/o partido político que pueda utilizarlos para fines revolucionarios ni tampoco contrarrevolucionarios. Eso sería una contradicción de por sí.
Por descontado que también son una nulidad como individuos y como personas. Porque no tienen intereses propios ni comunes. Excepto, claro está, el del pasar de todo. Podemos afirmar que lo único que los une y los distingue del resto de los mortales es el hecho de tener una vaga consciencia de que, al pasar de todo, no se interesan por nada en concreto. Esta característica especial tal vez sea la única que los une a todos ellos. Pero que a nadie se le ocurra preguntarles para que están unidos. Porque, en el mejor de los casos, nadie obtendría ninguna respuesta.
Afinando mucho en la definición del pasotismo tal vez podríamos encontrar una actitud común que los impulsa vitalmente de cara al mundo exterior. Es el hecho de que solo se definen en negativo. Tienen muy claro todo lo que están en contra pero carecen de recursos personales para definir de que estan a favor. Su gran lucha, por llamarla así, consiste en criticar, señalar y tratar de anular todas las ilusiones, motivos e intereses de todos los que no son como ellos, es decir: de todos los que no somos pasotas. Poseen una vaga consciencia de que todo aquel que se interese por algo o por alguien es su mortal enemigo al que hay que combatir y derribar. Por suerte para todos los que no somos pasotas, como ellos si los son, toda la fuerza se les va por la boca y no representan ningún peligro real.
Tampoco se puede decir de ellos que sean fanáticos de ninguna tendencia política, social y/o religiosa. Ningún líder religioso ni fanático político podría utilizarlos para que llevasen a cabo acciones terroristas. Porque para ello les haría falta la determinación y la voluntad de la que ellos carecen. Aunque si que podemos decir que les resultan muy útiles a los políticos actuales. Debido a que sus actitudes pasotas y no activas les benefician en el sentido de que jamás emprenderán acciones contra ellos ni les van a cuestionar nada de lo que digan ni, sobretodo, de lo que hagan. Gracias a los pasotas los políticos pueden estar tranquilos a la hora de mentir, robar y manipular.

Hace unos pocos años también me plantee la cuestión de qué podría hacer yo para destruir el Imperio de los pasotas. La verdad es que no se me ocurrió nada en concreto. Ni falta que hace porque su misma actitud sumisa y pasiva les impide llevar a cabo cualquier acción contra todos los que no somos como ellos. Podemos afirmar con plena certeza sobre el imperio de los pasotas es que se trata de un Imperio que no contraataca. Carecen de toda determinación para ello. Así que… ¿para que preocuparse?.
Por las mismas fechas en que me planteé esta cuestión oí una frase sobre los pasotas que me hizo reflexionar y me tranquilizó por completo: “Solo pasan los que no llegan”. A partir del momento en que escuché esta frase ya me despreocupé del todo por ellos. Entonces comprendí que el Imperio de los pasotas no es más que un gigante con los pies de barro. Da igual que sean muchos y que estén muy extendidos por el mundo mundial.
Para acabar diré que si un “pobre” pasota leyera este artículo de opinión probablemente lo pasaría muy mal y se pondría muy triste al verse tan en evidencia. Pero que estén tranquilos mis amables lectores: eso jamás ocurrirá. Precisamente porque, entre otras cosas, los pasotas (por su misma naturaleza) pasarán de leer este artículo así como pasan de leer cualquier otro escrito en letra impresa. Tan solo me resta desear que, al menos, ellos también oigan la frase de que solo pasan los que no llegan.
Por Pere Bassas
