El conferenciante inicia el acto con una pregunta de apertura: ¿quiénes de los que estamos aquí quieren salir de esta sala sintiéndose más felices? ¿y más contentos? ¿y más optimistas?. A lo que todo el público contesta al unísono: “¡Todos!”.
“Tengo una buena noticia para todos vosotros: el hecho de que tengáis la intención de querer salir de aquí más optimistas ya posibilita el que esto se haga realidad. Es decir: las palabras que nosotros pronunciamos hacen que esto se proyecte hacia el futuro para bien o para mal. Si yo tengo una orientación en positivo voy a tener una expectativa en positivo y si la tengo en negativo voy a crear la expectativa de un futuro peor. Al final, todo se trata de un elección. Porque no depende tanto de lo que pasa sino de nuestra interpretación de lo que está sucediendo. Las palabras se proyectan hacia el futuro. Por tanto, no depende tanto de lo que está sucediendo sino de nuestra interpretación de lo que está sucediendo.” Y prosiguió: “Yo conozco a personas que tienen la vida resuelta y se quejan de cosas que no les afectan y también conozco personas que tienen problemas por los que sentirse preocupados o, como mínimo, ocupados. Y, sin embargo, le ponen una buena cara a la vida.¿Conocéis a alguien que siempre se preocupe por todo?”.
Todos: ¡Sí!.”Mi intención de esta tarde es la de hablar del Optimismo Consciente. Las palabras crean realidades. El optimismo consciente es lo que yo denomino la capacidad de tener una aptitud optimista a pesar de la realidad circundante. Lo que resulta muy fácil es ser optimista cuando todo va bien. Pero cuando las cosas ya no van bien dejamos de ser optimistas. Así pue, las palabras crean realidades. Existen palabras que abren las puertas al corazón, palabras tales como “lo siento”, “por favor” y “gracias”. Aprovecho la ocasión para dar las gracias a la Dirección y la Administración de la Biblioteca Tecla Sala y de dar las gracias también a todos vosotros por estar aquí. Al estar aquí habéis decidido no estar en otro lugar y eso os honra porque ¿quién se atreve a hablar hoy de optimismo con la que está cayendo?. Para definir el optimismo diré que puedo estar maldiciendo porque llueve o poner un paraguas. Y ese paraguas es el Optimismo.

Independientemente de la situación por la que estoy pasando, el optimismo me va a poner en una situación mejor para abordar los problemas. Eso depende de la orientación. Si lo que yo pienso es que la situación que estoy viviendo es mi peor pesadilla, pocas armas estoy poniendo para que la situación mejore.En cambio, si creo que lo que pienso puede ser para bien, estoy poniendo las semillas para que la situación mejore. Porque nunca sabemos si la situación por la que estamos pasando ahora nos va a poner en un camino mejor. ¿habéis oído la frase “no hay mal que por bien no venga”?. Por eso hablamos de la orientación. La atención que ponemos a las cosas nos orienta hacia aquello que nos llama la atención en ese momento. ¿Porqué es bueno orientarse hacia lo positivo y no hacia lo negativo?. Porque si yo me oriento hacia lo negativo es como si estoy en una habitación oscura y enciendo una linterna. ¿Hacia dónde nos tenemos que orientar?. Respuesta del público: “hacia la linterna”.Debemos valorar mucho más lo que tenemos.
Ahora mismo tenemos cosas que dentro de 10 años quizás no tengamos. Puede que nuestro país dentro de 10 años se convierta en una potencia económica y nademos en la abundancia. Pero es posible que entonces parte de las personas queridas por nosotros ya no estén aquí. Tenemos que aprender a valorar lo que tenemos ahora porque nos estamos equivocando en cuanto a la orientación. Yo no digo que no estén pasando cosas negativas. Lo que sí digo es que no podemos tener la nariz metida en eso. ¿Habéis oído la expresión “ahogarse en un vaso de agua”?. El problema no es el tamaño del vaso. Lo que importa es el tamaño de la persona, el sentirse pequeño frente al problema. Si tengo una baja autoestima, cuando me centro en el problema no puedo ver la solución. En ese caso el modo de pensar nos cambia el riego cerebral. Por el hecho de centrarte en la solución eso hace que la acabemos viendo. Cuando resolvemos algo pensamos “¡ya he dado con la solución!”. De forma inconsciente nos decimos que el problema tenía solución pero que todavía no la habíamos encontrado.
Sólo con que os vayáis de aquí con esta idea daros por satisfechos. Todo en esta vida tiene solución menos una cosa. Pero esa cosa ya no es vida. Aquí todo tiene solución y con este pensamiento la acabaremos encontrando.

Para ilustrar esto con un ejemplo, Andrés Moya explica la historia de 6 mineros en África que extraían piedras preciosas. Hubo un derrumbe en la mina y tanto los mineros que quedaron atrapados dentro como el equipo de los rescatadores sabían que tenían tres horas de tiempo para el rescate. Del grupo que quedó atrapado solo un minero disponía de reloj y el resto del grupo le preguntaba la hora de forma constante. El capataz, al darse cuenta de la angustia de los mineros, decidió que el minero que llevaba el reloj diera el aviso del tiempo transcurrido cada media hora. Este dio el aviso a la primera media hora tal como le habían ordenado. Pero al percatarse de la desesperación de sus compañeros, decidió por su cuenta avisarles cada 3/4 de hora como si hubiera pasado media. Observó que la percepción que tenían del tiempo sus compañeros era la misma. Al final, el grupo rescatador logró acceder al fondo del pozo. Los mineros atrapados creían que habían pasado 3 horas cuando, en realidad, ya habían pasado 4 y media. Ante la enorme sorpresa del equipo rescatador, 5 de los mineros salieron con vida y sólo falleció el que poseía el reloj porque era el único consciente del tiempo real transcurrido.El diálogo interior es como una vocecita que tenemos dentro de nuestra cabeza. Cuando creamos un pensamiento también debemos repetir que todo va a salir de acuerdo con ese pensamiento que hemos creado.
A continuación, el conferenciante pone el ejemplo de dos grupos de estudiantes que fueron sometidos al mismo examen. Al primer grupo se les motivó y se les dio confianza de que lo aprobarían sin problemas y así ocurrió. Al segundo grupo, por el contrario, se les desanimó y les metieron el miedo al fracaso. Como resultado de ello, la mayoría del 2º grupo suspendió el examen.El miedo genera cortisol que es la hormona responsable del miedo. Todos tenemos que orientarnos en nuestra propia capacidad de solucionar nuestros problemas. Todos debemos orientarnos en nuestra capacidad de solucionar nuestros problemas.
Cuando nos ocurre algo importante fijamos toda nuestra atención en es algo que nos absorbe. Nosotros tenemos en nuestro cerebro una glándula que se llama “sistema reticular motor ascendente”. Es como una antena parabólica que fija nuestra aten-ción en aquello que nos tiene absorbidos en ese momento. Estamos motivados por aquello que para nosotros tiene absorbida nuestra atención. Por eso tendemos a ver en todas partes lo mismo que a nosotros nos está sucediendo. Si cada uno de nosotros expande aquello que observa a diario, entonces ¿qué estamos expandiendo como sociedad?. ¿Porqué catalogamos las cosas como buenas o malas si no sabemos, en realidad, lo que nos va a suceder?. Para ilustrar esto, el ponente nos contó la historia de un granjero chino a modo de ejemplo.

“Había una vez, hace mucho tiempo, un granjero chino que vivía con su familia en un pueblo rural de la antigua China. Araban el campo con un caballo al que querían mucho. Este caballo vivía en el establo pero no lo encerraban en él porqué era como un miembro de la familia y podía salir del establo cuando quisiera. Un día el caballo se escapó. Al enterarse los habitantes del pue-blo vinieron a casa del granjero para consolarle de la pérdida del caballo y por la mala suerte que había tenido el granjero.
Ante la sorpresa general de los campesinos reunidos, el granjero les replicó: “¿mala suerte?, ¿buena suerte?, ¡quién sabe!”.Los aldeanos se fueron muy decepcionados ante la extraña actitud del granjero del que pensaron que se había vuelto loco.
Al cabo de dos días el caballo regresó acompañado de 20 caballos cimarrones más porque los había convencido de que se fueran a vivir con él al establo del granjero. Cuando se enteró el resto del pueblo vinieron todos en tropel a felicitar al granjero por su buena suerte. A lo que éste contestó “¿buena suerte?, ¿mala suerte?, ¡quién sabe!”. Los aldeanos volvieron a marcharse por segunda vez decepcionados y despotricando contra el granjero.
Días más tarde, el hijo del granjero intentó domesticar uno de los caballos pero se cayó de su lomo y se rompió una pierna.
Tras enterase, los campesinos bajaron a la granja para consolarle por la mala suerte que había tenido. Pero el granjero mantuvo su actitud impasible y les volvió a replicar: “¿mala suerte?, ¿buena suerte?, ¡quién sabe!”. Lo que provocó que los aldeanos otra vez salieran de la casa del granjero diciendo pestes de él. Pocos días después, entró el ejército imperial en el pueblo para hacer una leva de reclutamiento forzoso de nuevos soldados. Se llevaron del pueblo a todos los jóvenes que estaban sanos y eran aptos para el servicio militar. Pero dejaron en paz al hijo del granjero que, al tener una pierna rota, se libró de tener que ir a la guerra. ¿Buena suerte?, ¿mala suerte?, ¡quién sabe!. Y así podríamos seguir durante el resto de la tarde.Este cuento ejemplifica que en la vida es importante saber donde estamos. Pero es muchísimo más importante saber hacia dónde vamos. El futuro se crea aquí y ahora. Y si yo creo que el futuro es horrible y vamos al desastre así será en realidad. Unos se van a mojar más que otros dependiendo de su propia actitud personal.A continuación el conferenciante explicó una historia personal suya: “Hace 7 meses trabajaba en una ferretería cuando plegó la empresa. Entonces decidí cambiar de profesión y me hice coaching. El resto de mis compañeros de trabajo se dejó abatir por el desánimo y se enfoco sólo en la crisis.
Nosotros podemos reaccionar o responder ante los problemas. Para mi fue una oportunidad porque me enfoqué en la solución y ellos, por desgracia, en el problema. Si nos quejamos de forma constante atraemos más de aquello por lo cual nos quejamos. Acostumbrémonos, por contra, a agradecer lo que tenemos. Debemos pensar siempre en la posibilidad de responder con nues-tras decisiones y la responsabilidad de hacer algo. Y a partir de ahí debemos tomar acción sobre aquello que hemos pensado hacer. Para ilustrar estas afirmaciones, Andrés Moya, nos explicó el cuento de las dos ranas.

En cierta ocasión dos ranas cayeron por error dentro de un cubo de leche y no podían saltar para salir de él debido al líquido y a la altura del borde del cubo. Las dos ranas se pusieron a nadar sobre la leche del cubo y, al cabo de un rato, una de ellas, la más pesimista, decidió dejar de nadar y se dejó ahogar dentro de la leche.
La otra rana, que era más optimista, siguió nadando sin saber porqué. Al cabo de un rato, debido a su pedaleo, solidificó la leche y la convirtió en mantequilla. Entonces consiguió saltar fuera del cubo y se salvó. Debemos, por lo tanto, centrarnos siempre en el agradecimiento y rehuir de la queja. Si ponemos nuestro foco en la queja no conseguiremos salir de ahí nunca. No debemos creer todo lo que nos dicen sobre la economía y la crisis. Es aconsejable no escuchar nunca los informativos a primera hora de la mañana antes de salir de casa ni a última de la noche antes de acostarnos.
Cuando queramos acordarnos de algo debemos enfocarnos en recordar ese algo y no en el olvido. Nuestra mente no entiende el no. Nada se crea desde la negación. Con nuestro lenguaje estamos condicionando lo que sucede y con nuestro diálogo interior también lo condicionamos. Entonces empecemos a fijarnos en agradecer lo que tenemos y no en lo que no tenemos porque, en ese caso, acondicionamos nuestra mente en lo negativo.Debemos desarrollar nuestro sentido del humor. Dicen que las mujeres viven más porque sonríen más que los hombres. En cierta manera podemos predecir nuestro futuro. Tenemos que acostumbrarnos a pensar que las cosas van a salir bien.
Nunca hay que preguntarle a una persona negativa porqué piensa de esa manera. Porque entonces nos dirá cuáles son las razones por las que piensa así. Debemos preguntarle para qué piensa así. Entonces lo desarmaremos. Algunas personas confunden el pesimismo con el realismo.
Tenemos muchas cosas bellas en las que enfocarnos y nos están haciendo creer que la realidad externa es mucho peor de lo que es. En nuestra vida podemos elegir entre tener razón o ser feliz. Es una decisión personal nuestra. Un negativo siempre nos confirmará nuestras razones para no ser feliz. A esto se le llama resonancia límbica.
El problema de la gente negativa no es que sean malas personas sino que te pueden envenenar con su actitud negativa. La felicidad es el diferencial entre lo que tenemos y lo que desearíamos tener o creemos merecer. Me parece una buena razón para nacer en este siglo la anestesia. La actitud que tengas ante una enfermedad hace que te puedas recuperar antes de esa misma realidad.Debemos proceder con cuidado a la hora de leer la prensa diaria. Aconsejo que le deis la vuelta a “La Vanguardia” ; hoy en día sólo se puede leer la parte final. Delante están todas las noticias negativas y es mejor no leerlas.
Siempre tendemos a poner la felicidad en algo externo y lejano a nosotros mismos. Con esa actitud no la alcanzamos nunca. Al final de su conferencia, Andrés Moya nos explicó un cuento para ilustrar que todo depende de nuestra actitud personal.
“Hubo un hombre que vivió hace mucho tiempo en un pueblo muy lejano al que todos consideraban sabio porque tenía las respuestas a todas las preguntas. Un joven arrogante del pueblo quiso ponerlo a prueba y dejarlo en ridículo con una trampa.
Ideó una treta que consistía en mostrarse públicamente ante el sabio con un pájaro atrapado en sus manos. Se presentaria ante él y le preguntaría si el pájaro que tenía en sus manos estaba vivo o muerto. En el caso de que el viejo sabio le respondiera que estaba vivo lo mataría con sus manos y lo arrojaría a sus pies. Si, por el contrario, el sabio afirmaba que el pájaro estaba muerto entonces lo soltaría y el pájaro volaría vivo a la vista de todos los asistentes a la plaza. A la mañana siguiente el joven se presentó en la plaza del pueblo ante el sabio con el pájaro entre sus manos y le formuló la pregunta ¿está vivo o muerto el pájaro? A lo que el viejo sabio, viendo las malas intenciones del joven, le respondió: “Como siempre, la respuesta está en tus manos.”
Por Andrés Moya
