Constatamos con estupor la pervivencia, en ciertos ambientes, de un debate tan antiguo como estéril. Se trata de la fastidiosa discusión sobre si son mejores y superiores las actividades culturales en detrimento de las físicas. Creíamos extinguida por inútil esta cuestión. Pero continúa debatiéndose. El dualismo que transita la cultura occidental aún colea en este tema. Da la impresión de que debemos optar por un determinado bando como si de una batalla entre dos ejércitos se tratara.
Los defensores de esta anacrónica y aún no superada cosmovisión afirman la presunta inutilidad y pérdida de tiempo de todo lo relacionado con la práctica de los deportes y actividades físicas en general. Se limitan a denigrar e insultar de una forma presuntamente elegante aportando escasos o nulos argumentos sólidos que avalen sus teorías.
Suelen considerar tontos y nulos para cualquier actividad intelectual o desarrollo mental a deportistas y practicantes de cualquier actividad física. Tras despotricar se quedan tan anchos como si la cosa no fuera con ellos. Antaño esta lamentable situación se producía con mucha más frecuencia y era mucho más evidente que ahora. Pero aún es posible encontrarnos con estos presuntos “intelectuales” en el sentido más peyorativo y negativo del término.
Creen que para dedicarse a lo que ellos llaman “cultura” es necesario rebajar las actividades físicas y a sus practicantes. Una concepción mucho más abierta y actual de la cultura excluye esta visión por obsoleta y negativa. Resulta contraproducente mantener tales prejuicios que no conducen a nada. Resulta mucho más positivo el pensar que ambas esferas de la actividad humana no se excluyen, sino que se complementan y enriquecen mutuamente.
La visión anterior resulta errónea y fruto de una incorrecta a la par que restrictiva interpretación religiosa. La sombra de las filosofías racionalistas y metafísicas es alargada con su marcada cosmovisión dual y excluyente rigidez mental. En tales interpretaciones de la realidad encontramos una radical separación entre sentidos y razón.

Por desgracia también encontramos prejuicios y desencuentros en el otro bando. Quienes practican esta clase de nefasta crítica nos obsequian con las clásicas lindezas de siempre. Esto ocurre al llamarnos “palizas” y decirnos que no hay quien nos aguante. También suelen decir de alguien que “es como una enciclopedia” utilizando este comentario en el sentido más peyorativo posible.
Este desafortunado prejuicio no es exclusivo de los sectores relacionados con la actividad física. No olvidemos que existe un tercer grupo de personas que no desarrollan ni actividad física ni mental. Lo único que desarrollan tales criaturas es la malicia y la envidia. Les molesta que existan personas que se mejoran y perfeccionan en cualquier forma para no ser como ellos. No se dan cuenta que para dejarlos atrás ni hay que dar el primer paso: basta con levantar el pié. Por desgracia estas nulidades humanas son mucho más abundantes de lo que nos gustaría. La democracia tiene sus propias servidumbres. Esta clase de enervante gente lo hace notar a cada instante por si se te olvida. Esa es su misión en la vida. Vamos a concluir este artículo de opinión afirmando la necesaria compatibilidad entre desarrollo físico y actividad cultural como complementarias y formativas ambas para el desarrollo y evolución humana. Y también resultan necesarias para mantener la cordura en esta alienada sociedad.
Autor: César A. Álvarez
Del libro: Leyenda de la ciudad de los mediocres
Edita: Creatius SE7
ISBN: 9781326697860
