No es ningún descubrimiento afirmar que vivimos en una sociedad de consumo condicionados por ella más de lo que admitimos. La mayoría de nuestros pensamientos y hábitos de conducta determinan tal realidad. No siempre somos conscientes de las sutiles manipulaciones a que nos exponemos a diario. El incesante bombardeo de imágenes y mensajes a los que nos somete la publicidad comercial vía los “Mass Media” nos pasa factura tanto si somos conscientes como si no. La publicidad nos induce a comprar cosas inútiles mediante estudiadas técnicas de manipulación y condicionamiento psicológico actuando en los deseos, las inseguridades y frustraciones. El 90% de la publicidad comercial difundida en los medios afirma que tal producto o servicio es “nuevo” sin explicarnos los defectos o carencias del anterior ”viejo” producto de la misma marca. La publicidad incluye técnicas de manipulación y sugestión donde lo que menos importa es informar sino que de lo que realmente tratan es de impresionar al telespectador provocando así su deseo de compra.

Valgan algunos ejemplos: de una colonia dicen que es “la fragancia más joven” de la marca sin aclarar los extractos o esencias que la componen. Anuncian un coche concreto quedando muy claro quien es la actriz o top model que lo publicita y no explicando las características del motor ni el tipo de diseño que tiene. De un televisor resaltan su máxima definición de imagen y sonido, pero sin contarnos las técnicas que hacen posible tal definición de la imagen y del sonido.
Vemos en muchos anuncios de tabaco y bebidas alcohólicas a personas jóvenes y deportistas, pero sin mencionar los inconvenientes para la salud y el deterioro físico causado por el consumo abusivo de dichos productos. La mayoría de productos, servicios y clínicas de belleza y técnicas de adelgazamiento son presentados por chicos y chicas de aspecto muy saludable y atractivo cuando resulta obvio que ellos no necesitan utilizar los productos y servicios que anuncian. Y así podríamos seguir “ad infinitum”.

La publicidad comercial promete un supuesto paraíso artificial en la tierra comprando ciertas marcas y modelos de cosas anunciadas. Esto provoca una vorágine consumista que abarca todos los aspectos de la vida cotidiana. Tal promesa de una vida cómoda y feliz a cambio de gastar el dinero en cosas y servicios innecesarios se nos revela como una frágil ilusión cuando se estrella contra la realidad de la precariedad laboral y la periodicidad de las crisis económicas que genera el propio sistema capitalista. Las sugerencias de la publicidad y su incitación al consumo son ilimitadas frente a nuestra capacidad económica de satisfacerlas. Esta innegable contradicción genera frustraciones y resentimientos sociales que no siempre el Sistema que los genera tiene la capacidad de absorber o reconducir.

Cada día crece la distancia entre el paraíso prometido por la publicidad comercial y el purgatorio de los recursos económicos y financieros personales para obtenerlos. Lo cual nos obliga a posponer su obtención o bien a resignarnos a su total renuncia. Creer en los falsos “ideales” de la sociedad de consumo es como intentar cicatrizar una herida hurgándola con un cuchillo. No hay salida posible a esta contradicción. Existen técnicas y formas de comportamiento alternativo para salir de este círculo vicioso. Pero no esperemos que sea el propio Sistema quien nos las facilite. Al contrario, nos quiere débiles, cobardes y manipulables para facilitar la venta de sus productos y servicios. Vemos la fragilidad del hecho de vivir en libertad a causa del condicionamiento diario por técnicas de manipulación mental y condicionamiento conductista inducidas por la publicidad comercial y la presión mediática. Podemos concluir que vivimos en una especie de dictadura comercial donde, de facto, no somos libres pese al acomodo a tal situación. Tampoco nos cuestionamos las bases que la sustentan ni las consecuencias negativas que todo ello conlleva para la personalidad humana.
