En 2024 se cumplen cuarenta años de “aquel Año” 1984. Esta obra imperecedera de la ficción política continúa, por desgracia, muy vigente en la actualidad tanto por sus argumentos como por sus contenidos políticos, ideológicos y presupuestos teóricos. Nos llegan ahora mismo a la memoria las tétricas páginas finales de 1984 en las que descubrimos con profundo horror la amplitud insalvable de la derrota final de su protagonista, Winston Smith, la cual sigue poblando nuestras pesadillas. Esta gran novela de George Orwell, madre de todas las novelas (y películas) distópicas se erige, además, en la más moderna y popular. Así como también en la más imaginativa y salvaje de las creaciones literarias del pasado siglo XX.
Aunque han transcurrido cuarenta años del verdadero año 1984, el término “orwelliano” continúa estando más vigente que nunca en la actualidad. Basta con mirar media hora de informativos en la televisión o echar un breve vistazo a los titulares de cualquier periódico de prensa generalista para autoconvencerse de ello. Ahí tenemos la guerra de Ucrania, la de Israel-Hamás, el terrorismo de Estado Islámico, los escándalos de corrupción política y económica, por citar unos pocos pero muy significativos ejemplos. Todo ello sin olvidarnos de las famosas “fake news” y del pernicioso concepto de la mal llamada “post verdad”. Que no es más que una manera eufemística de llamar por su verdadero nombre a la mentira. Ambos términos volverán a ponerse de moda otra vez tan pronto como Donald Trump vuelva a la Casa Blanca tras obtener su segundo mandato a la Presidencia de los Estados Unidos. ¿O es que ya nadie se acuerda de cómo transcurrió el primero?.
1984 (“Nineteen Eighty-Four” en su versión original inglesa) se trata de una novela política de ficción distópica, que fue escrita por Geroge Orwell entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949. Esta novela introdujo los conceptos del vigilante y omnipresente Big Brother (Gran Hermano), de la terrorífica habitación 101, de la inenarrable Policía del Pensamiento y de la Neolengua, adaptación del idioma inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con propósitos represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.
Muchos analistas detectan paralelismos entre la sociedad actual y el mundo descrito en 1984,sugiriendo que estamos empezando a vivir en la sociedad orwelliana, una sociedad donde toda la información es manipulada y, además, se practica la vigilancia masiva y la represión tanto política como social. El término “orwelliano” ya es sinónimo de sociedades u organizaciones que reproducen actitudes totalitarias y represoras como las representadas en la novela. La novela se convirtió, ya desde su publicación, en un éxito de ventas y también en una de las obras literarias más influyentes del pasado Siglo XX. Se le considera uno de los libros cumbre dentro de la Trilogía de las novelas distópicas de Ciencia-Ficción del siglo XX. Las otras dos grandes novelas de ciencia-ficción distópica serían:la del año 1932: Un mundo feliz (Brave new world ), de Aldous Huxley y la de 1953 : Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.
Insertada en su contexto político global de la guerra fría y su posible degeneración en conflicto atómico abierto, siempre nos ha impresionado mucho el panorama apocalíptico que dicha novela trazaba: la reclusión de los individuos en una uniforme masa productiva, células de una entidad poderosa a las que se les había extirpado la conciencia. Se trataba del retrato más o menos fidedigno del estalinismo; es decir: de un pasado muy paradójico. En su obra Orwell dibujó una distopía mediante la estrategia de retratar una realidad sospechada que, con la afloración de documentos, así quedaba confirmada por completo. Por ese motivo Geroge Orwell planteó un futuro distópico terminando su magistral novela en 1948 y publicándola al año siguiente, que fue el último año de su vida, ya que el autor murió en enero de 1950. Orwell invirtió las 2 últimas cifras del año 1948; dándole título a su obra. En la que reflejó una imagen de nuestro propio presente.

Durante aquel año 1984 el redactor de este artículo cumplió los 20 años. Leída hacia mediados de ese año 1984, a la novela de Orwell la percibimos como una obra maestra del horror y la angustia. Recordemos cuál era la situación política y socio-económica mundial que se vivía en el transcurso de “aquel año” 1984. Nos encontramos en plena fase final de la llamada “guerra fría” entre las 2 grandes superpotencias mundiales del momento: EE.UU y la URSS. El bando occidental estaba liderado por el Presidente norteamericano Ronald Reagan y la Premier británica Margareth Tatcher. Ambos fueron líderes neoconservadores en la política y firmes partidarios de implantar la doctrina neoliberal en economía y su consecuente desregularización de los mercados internacionales.La antigua Unión Soviética estaba dirigida con mano de hierro por una recalcitrante vieja “troika” de gerontocráticos Secretarios Generales del PCUS que, en un corto período de tiempo, se fueron sucediendo en el cargo supremo y, de paso, en los fastuosos funerales del Estado ruso. Tales líderes comunistas no querían ni oír hablar de cambios sociales ni tampoco de aperturas políticas y distensiones diplomáticas. En muchos sentidos los años 80 del pasado siglo XX bien pudieron ser los últimos.De hecho no se produjo ningún cambio político significativo en la URSS hasta la subida al poder de Mijail Gorvachov a mediados del año 1985. Vivíamos, por lo tanto, con el peligro siempre latente de que la “guerra fría” acabará degenerando en una guerra “caliente” entre las 2 superpotencias mundiales. Lo que finalizará en un conflicto nuclear a gran escala entre Estados Unidos y la Unión Soviética que arrastraría, como es lógico, a sus dos bloques respectivos de países aliados de ambas superpotencias. Ello consumará su respectiva Mutua Destrucción Asegurada (MAD).
Si analizamos el contexto histórico de 1984 observaremos que la novela ofrecía una extrapolación de prácticas políticas tanto del comunismo como del fascismo. Aparte de las propias experiencias personales que su autor vivió durante su participación en la Guerra Civil española (1936-39). Recordemos, sobre todo, los acontecimientos de los que Orwell fue testigo presencial en mayo de 1937. Sucesos históricos que describe en su obra Homenaje a Catalunya tras tener conocimiento de causa sobre el terror de las checas del Frente Popular que observa en Barcelona. Varios de los símbolos políticos y los slogans ideológicos que aparecen en su imperecedera novela el escritor los extrajo durante el desarrollo de la 2ª Guerra Mundial y de las prácticas totalitarias del sistema estalinista. Claro ejemplo de ello lo vemos en el concepto de “reescribir el pasado” que forma parte del trabajo habitual del protagonista Winston Smith en su puesto laboral del llamado “Ministerio de la Verdad”.Y ni que decir tiene que la omnipresente figura del Gran Hermano es una copia mimética hasta en sus rasgos físicos del personaje, del mal llamado Culto a la Personalidad del dictador soviético Josif Stalin. En cuanto al personaje de Emmanuel Goldstein, caracterizado por el régimen del Estado totalitario de 1984 como el Enemigo del Pueblo, se inspira en la figura de Lev Trotsky, siendo comunes en ambos personajes, tanto el real como el creado por Orwell, cumplen con determinadas características:
- Ambos participaron de forma activa en el inicio y desarrollo posterior de la Revolución rusa de 1917 y fueron personajes importantes en las primeras etapas revolucionarias.
- La descripción del aspecto físico de Goldstein coincide con la de Trotsky.
- Goldstein y Trotsky son ambos apellidos judíos, aunque la más clara referencia fue el verdadero apellido de Trotsky: Bronstein.
- La persecución política de la ideología trotskista por parte de Stalin en la Unión Soviética inspira los Dos Minutos de Odio de la novela.

Detengámonos ahora en otro de los principales aspectos de la novela que también están inspirados en los sucesos históricos recientes antes de su publicación. Nos referimos al cambio de alianzas entre las superpotencias totalitarias que aparecen en la obra. Se trata de una caricatura del pacto nazi-soviético de “No agresión” orquestado por los respectivos Ministros de Exteriores alemán: Ribbentrop y su homólogo soviético: Molotov.. Dicho Pacto germano-soviético alió a la Unión Soviética con la Alemania nazi y la ruptura de tal pacto se produjo por sorpresa con la “Operación Barbarroja”. Los comunistas obedientes a Moscú estuvieron obligados, entre agosto de 1939 y junio de 1941, a acusar como agresores a los aliados y defender la política exterior nazi, para revertir inmediatamente esta posición a partir de la invasión nazi de la Unión Soviética.
En este apartado hablaremos un poco sobre la película 1984 realizada y estrenada, precisamente durante el mismo año 1984. Protagonizada por John Hurt (interpretando al protagonista Winston Smith), Suzanna Hamilton (caracterizada como Julia) y por Richard Burton. Que, en su último papel de cine, interpreta magistralmente al duro y cruel funcionario del Partido INGSOC, O´Brien. Este filme no aporta nada sustancial al libro en cuanto a sus propios contenidos intelectuales y presupuestos teóricos. Pero queremos hacerle algo de justicia reconociendo que se trata de una adaptación cinematográfica digna y cumple su función de ser un fiel resumen narrativo de la novela.

Su argumento es que estamos en abril de 1984. El protagonista principal, el mencionado Winston Smith, vive en una de las tres grandes potencias que se han repartido el mundo tras la última guerra global. Se trata, en concreto, de Oceanía en una zona regida por un gobierno de carácter totalitario liderado por el Gran Hermano. Winston Smith es un trabajador del Ministerio de la Verdad que se encarga de revisar las noticias y de modificarlas para que se puedan publicar. Su vida transcurre como la de cualquier otro ciudadano de Oceanía, salvo por su peligrosa vocación por la reflexión, ya que a sus ciudadanos no se les permite. Todos son vigilados de forma constante a la par que reciben mensajes e informaciones sobre el desarrollo de la guerra en la que se ve inmersa Oceanía. También oyen mensajes de rebeldes políticos arrepentidos y que claman ser ejecutados, así como mensajes del propio Gran Hermano. El lema político más famoso y escuchado en Oceanía es: “LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD, LA IGNORANCIA ES LA FUERZA”.
Un día recibe un mensaje de una chica, Julia. Ambos se encuentran y entablan una relación amorosa, dentro de lo que les es posible. El régimen tiene prohibido ese tipo de relaciones entre miembros del Partido interior, es decir entre los ciudadanos de Oceanía. Winston durante ese período es llamado por un dirigente del Partido, el que le proporciona “secretamente” material subversivo para su lectura. Winston siente factible la existencia de la resistencia y confía en que lo único que no podrán arrebatarle, de ser arrestado, son sus sentimientos. En su último encuentro con Julia, ambos son arrestados por la Policía del Pensamiento. Winston Smith es llevado a a su principal sede donde es torturado bajo la dirección del funcionario del Partido INGSOC, O´Brien. Completamente bajo su merced, tendrá que hacer frente a sus peores temores. Durante su brutal interrogatorio bajo tortura se verá obligado a cuestionarse tanto sus ideas acerca de la realidad como sus propios sentimientos hacía Julia.

Leída en clave actual, treinta años después, la vigencia de esta gran obra, a pesar de la supuesta derrota de los totalitarismos, parece innegable a la par que la novela interpela a un nuevo totalitarismo enmascarado, en el que las células de la entidad poderosa ya no necesitan siquiera que se les extirpe la conciencia, sino todo lo contrario: habiéndose vendido la idea del yo, la de la libertad plena, la del derecho a la información, la de la oferta y la demanda, se las ha convertido en elementos muy parecidos a los que pueblan las páginas de la novela de Orwell, agigantando el paisaje de ésta, que ya no es sólo el de una precisa realidad totalitaria en la que el poder maneja mediante la política del “miedo total” a sus súbditos, sino que puede ser, perfectamente, el de las sociedades aparentemente libres en las que el Big Brother también lo controla todo, en la que cada vez se potencia más la policía del pensamiento, en la que con ardides, en principio plausibles como “lo políticamente correcto”, se acaba distorsionando el lenguaje para ceder al miedo de llamar a las cosas por su nombre.
En la recta final de este pequeño ensayo analizaremos algunos de sus temas principales y líneas argumentales todavía vigentes a modo de conclusiones.
El esquema básico del funcionamiento de la política moderna que su autor describió en esta magistral novela, por desgracia, todavía continúa vigente. Se basa en una fórmula concreta: A es aliado de B y ambos luchan contra C. En un momento histórico determinado A rompe su pacto con B y establece una nueva alianza con C. A partir de entonces A no solo luchará contra B sino que también proclamará enfáticamente que siempre ha estado en guerra con B. El cual pasará a ser el odiado enemigo de toda la vida y pobre de aquel que lo ponga en duda.

Otra línea de fuerza narrativa aún en boga es la asunción por parte del ciudadano medio del llamado “doble pensar” . Se trata de una práctica habitual en la que una persona afirma “saber” una determinada “verdad política” y la repite abiertamente a sus interlocutores sabiendo que, en el fondo, se trata de una mentira deliberada. Con ello consigue acallar su propia conciencia individual y comparte el juego hipócrita con el resto de sus allegados que también participan del engaño colectivo. No olvidemos tampoco las descripciones y los intentos de aplicación deliberada de la Neolengua en el conjunto de la sociedad moderna. Nos hallamos ante el intento cínico y descarado por parte de los poderes establecidos de reducir las palabras y los contenidos del lenguaje normal y cotidiano. El objetivo principal perseguido con ello es el de reducir la capacidad de pensar de forma crítica y libre. También es una constante en nuestra sociedad actual el bombardeo sistemático y deliberado de toda clase de consignas oficiales y de todo tipo de propaganda política afín al poder y slogans publicitarios que fomentan nuestros hábitos de consumo diarios. El control sistemático de todos los medios de comunicación de masas y su consecuente manipulación en el tratamiento de las informaciones complementan este tétrico cuadro contemporáneo.
